Las sociedades de consumo tuvieron su inicio formal en los años 40’s y 50’s en los Estados Unidos, las cuales basaban su éxito en un crecimiento ilimitado, este crecimiento rápidamente identificó sus prioridades, para alcanzar el éxito, el crecimiento no debería ser para cubrir las necesidades, solo debería ser crecer.
La obsolencia programada es considerada el motor secreto en el éxito del consumo desmedido, esto no es otra cosa más que los fabricantes trabajando para acortar de manera intencionada el ciclo de vida de los productos, obligando a los consumidores a comprar un nuevo producto frecuentemente.
En 1929 en los Estados Unidos, la caída de la bolsa de valores el día 29 de octubre, originaría la llamada «Gran Depresión», causando efectos devastadores en el comercio y el empleo, el comercio internacional descendería en un 50%, en Estados Unidos el desempleo aumentó un 25% y en algunos países alcanzó el 33%.
Bernard London considerado por muchos el padre de la obsolescencia programada, proponía en su informe «Finalización de la depresión a través de la obsolescencia programada», reactivar la economía al obligar al consumidor a estar constantemente invirtiendo en productos con un ciclo de vida corto, esto a su vez generaría empleo en las fábricas que producían estos bienes, potenciando la economía y dando empleo a los parados por la depresión:
«En pocas palabras, la esencia de mi plan (tesis) para Lograr los fines tan deseados consiste en planificar la Obsolescencia de los bienes de capital y de consumo en el momento de su fabricación» explicaba en el documento.
Aunque la idea de London no fue retomada por los gobiernos, sí fue tomada en cuenta por las empresas que vieron en ella una forma de mantener cautivos a sus clientes, para esto, el marketing y el crédito, combinado con productos con un ciclo de vida finito, se han convertido en los pilares del consumismo moderno.
Apple vs El Público
Uno de los casos más famosos de Obsolescencia Programada en la era tecnológica es la demanda colectiva que sufrió la empresa estadounidense Apple en 2003, la empresa de Cupertino había revolucionado la industria musical con su iPod y era sin duda líder del mercado.
Casey Einstat, un joven creador multimedia había comprado un iPod en 2004, 18 meses después la batería dejó de funcionar, llamó a soporte de Apple, estos respondieron que la solución más viable era comprar un nuevo equipo, pues la batería tenía un ciclo de vida de 18 meses, la garantía por otro lado tenía una duración de solo 12 meses, Einstat, insatisfecho con la respuesta creó un video donde se le ve agregando a la publicidad de Apple la leyenda “La pila no reemplazable del iPod solo dura 18 meses”.
Al enterarse del video la abogada Elizabeth Pritsker propuso hacer una demanda colectiva en el condado de San Mateo, la demanda que estuvo en el ojo público, logró que la empresa fundada por Steve Jobs creara un servicio de reemplazo de piezas además de una indemnización para los demandantes. Hoy en día, la empresa se encuentra de nueva cuenta bajo los reflectores al difundirse la noticia de que sus teléfonos de modelos anteriores su sistema operativo se volvía más lento.
Producción infinita en un mundo finito
La obsolescencia programa ha creado un flujo descomunal de residuos que muchas veces terminan en países del tercer mundo, principalmente de África, a pesar que un tratado internacional prohíbe enviar residuos electrónicos al tercer mundo, etiquetarlos como productos de segunda mano permite hacerlo sin ninguna regulación.
Muchos activistas afirman que el 80% de estos productos no pueden ser reparados, lo que convierte a los países subdesarrollados en basureros gigantes de la generación ilimitada de productos desechables, esto ha supuesto un auténtico problema ambiental.
«Ellos envían estos productos y dicen que lo hacen para cerrar la brecha digital entre los países desarrollados y el tercer mundo, pero realmente solo están enviando basura que ellos no quieren en sus países, la posteridad nunca nos perdonará, la posteridad descubrirá el estilo de vida despilfarrador de los países desarrollados», Maik Anane, activista ghanes quien intenta interponer una denuncia contra las transnacionales que hacen estas prácticas.
Y tú, ¿qué opinas? ¿Realmente buscan apoyar a los países de tercer mundo y disminuir la brecha digital?
Antonio Zamora (Comunicación y Difusión PIT-UAS)