De acuerdo con información recabada por el Consejo para el Desarrollo Económico de Sinaloa, en 2015 el estado de Sinaloa, conocido como El Granero de México, vendió al extranjero productos agroalimentarios que sumaron un valor de 843.21 millones de dólares, 33% del total de exportaciones; en conjunto, los sectores agroalimentario, agropecuario, agroindustrial y pesquero sumaron 2011.60 millones de dólares, lo que representó 79% de las exportaciones totales del estado ese año. Año con año, alrededor de 80% de las exportaciones de Sinaloa tienen como destino Estados Unidos, de las cuales la mayoría son productos agropecuarios.
Ahí radica la importancia económica de emprender las acciones necesarias en materia de inocuidad alimentaria para cumplir con lo estipulado en la Ley de Modernización de la Inocuidad Alimentaria (Food Safety Modernization Act, FSMA) de la Administración de Alimentos y Medicamentos (Food and Drug Administration, FDA), que se ha venido discutiendo en Estados Unidos desde 2013 y cuyo propósito es minimizar riesgos para la salud humana. Cabe destacar que los plazos de implementación de la FSMA dependerán de la fecha de publicación de las normas finales; a partir de que tales disposiciones entren en vigor, los países que deseen entrar o mantenerse en el mercado estadounidense contarán con un máximo de un año para ceñirse a la nueva normatividad.
En entrevista, Jaime Martínez Urtaza, doctor en Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad de Santiago de Compostela (España), nos habló sobre las implicaciones que tendrá para Sinaloa la aprobación de la FSMA de la FDA: «Es muy importante para Sinaloa que en estos momentos se adapte precisamente a estos nuevos requerimientos, a estas nuevas disposiciones legales para poder, en caso de que exista un brote, presentar cuál es la situación; o sea que pueda presentar datos sobre cuál es la situación aquí. Si no existen cepas, si no existen aislamientos, tú no puedes decir “No, aquí no tenemos esta cepa” o “Aquí sí teníamos esta cepa y ya la hemos erradicado” o “Esta cepa no procede de este sitio”…».
El investigador hizo particular énfasis en las repercusiones que estas medidas de trazabilidad tendrían en la reducción del costo humano: «… es importante que se genere una especie de iniciativa para adaptarse, de los procedimientos clásicos de inocuidad alimentaria que se basaban en tomar muestras y decir si eran positivas para un patógeno o no eran positivas; ahora necesitamos que esa cepa… ya no sólo que sea positiva o negativa, sino que esa cepa llegue a aislarse, debe secuenciarse y debe incorporarse a una base de datos para poder saber cómo está fluyendo, cuál es la diversidad de estos patógenos en determinado lugar, cuál es la gravedad de la contaminación y, sobre todo, cómo implementar medidas para poder erradicarla».
En este sentido, luego de que en noviembre-diciembre de 2015 se impartiera en las instalaciones del Parque de Innovación Tecnológica (PIT) de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) el Curso-Taller de Herramientas Bioinformáticas para el Análisis de Genomas Bacterianos en Ecología y Epidemiología, se conformó un grupo transdisciplinario conformado por especialistas universitarios y del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, así como el doctor Jaime Martínez Urtaza del Centro de Milner para la Evolución de la Universidad de Bath (Reino Unido). Actualmente, el Laboratorio de Bioinformática del PIT-UAS participa en la secuenciación genómica de cepas bacterianas que permitirá desarrollar una metodología de trazabilidad especialmente diseñada para inocuidad alimentaria.
Belem Ruiz (Edición y Comunicación, PIT-UAS).