Era 13 de marzo de 1733, nacía Joseph Priestley (1733-1804). Nacido en un pequeño pueblo de Yorkshire (Inglaterra), debido a problemas de salud, tuvo numerosas interrupciones en su educación; incluso no recibió educación científica formal. A pesar de estos inconvenientes, fue una persona enciclopédica que hizo aportaciones en educación, gramática, ética, filosofía, teología, metafísica, economía, política y ciencias naturales; conocía nueve idiomas (entre ellos caldeo, griego, sirio y árabe). Su principal trabajo fue como ministro eclesiástico, siendo uno de los inspiradores de la Iglesia del Unitarismo. Por su apoyo a las revoluciones francesas y estadounidenses, y tras una serie de disturbios por motivos políticos y religiosos, tuvo que emigrar a Estados Unidos en 1791, siendo uno de los impulsores de la química estadounidense. La American Chemical Society (ACS) ha designado su nombre (medalla Priestley) a la máxima distinción que otorga.
En 1766, Priestley conoció a Benjamin Franklin (1706-1790), que por aquella época ya era un científico muy reputado. El encuentro con Franklin supuso una fuente de inspiración para la futura carrera científica de Priestley. A partir de aquel momento empezó a investigar en electricidad, publicando en 1767 un tratado sobre la historia de la electricidad, en el que incluyó numerosos experimentos realizados por él mismo.
Realizó una extensa investigación con gases. Investigó con dióxido de carbono (“aire fijado”, en la nomenclatura de la época), que había sido descubierto por Joseph Black en 1753. Prestley identificó el dióxido de carbono como un producto de la combustión, de la respiración y de la fermentación de ciertas bebidas alcohólicas. Encontró un método de producir disoluciones de dióxido de carbono, patentando el invento y logrando las primeras bebidas carbonatadas (1772). También preparó monóxido de carbono, pero no estudió sus propiedades.
Su mayor logro fue el descubrimiento del oxígeno (al que llamó ‘aire desflogisticado’) el 1 de agosto de 1774. Lo obtuvo al calentar óxido de mercurio. Este descubrimiento lo había hecho Carl Scheele un año antes, pero no lo publicó. Sin embargo, Priestley, que era un firme defensor de la teoría del flogisto (una teoría con poca base científica) no fue capaz de reconocer la importancia de su descubrimiento, lo que hubiese derribado la teoría del flogisto. La importancia del oxígeno para explicar las reacciones químicas fue magistralmente desvelada por Lavoisier en 1777, por lo que frecuentemente se considera a Lavoisier el descubridor del oxígeno. La historia del descubrimiento del oxígeno lleva a la reflexión sobre ‘el descubrimiento científico y la consciencia de haber descubierto algo‘.
Bernardo Herradón (Revista Principia)