Por más de 50 años el dolor se describió como un subproducto de algún estado patológico; el tratamiento de la enfermedad debía aliviar el dolor. Las cualidades del dolor crónico con frecuencia terminaban en el olvido, sólo comprensible bajo la idea de enfermedad mental. Sin embargo, al día de hoy, a causa de interferencias sociales, culturales y médicas el dolor crónico ha adquirido la categoría de enfermedad.
Basado en sus características, el dolor se puede clasificar de acuerdo a su temporalidad como agudo, si tiene una duración menor a tres meses, o crónico, con una duración mayor a seis meses. Además, se clasifica de acuerdo a su fisiopatología, puede ser de tipo nociceptivo, inflamatorio y neuropático.
Entre el 6 y el 10 por ciento de la población a nivel mundial sufre de dolor neuropático, desarrollado principalmente por pacientes que sufrieron algún traumatismo del nervio, infecciones por herpes zóster, diabetes o aquellos que reciben quimioterapia. Según cifras del 2021, en América Latina el dolor neuropático es la primera causa de incapacidad en el trabajo.
La Dra. Geovanna Quiñonez Bastidas, especialista en Neurofarmacología y Terapéutica Experimental, comentó “toda mi vida he trabajado con dolor”, aludiendo a su trabajo como miembro de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor y sus estudios realizados, enfocados en la búsqueda de opciones terapéuticas para el tratamiento del dolor neuropático.
En México, se desconoce la cifra exacta que dé a conocer el impacto estadístico del dolor crónico, pero a nivel mundial “más del 10% de las personas tiene dolor crónico o lo va a padecer en algún momento de diferentes tipos”, afirmó la Dra. Quiñónez.
A pesar del sinuoso camino que ha recorrido la ciencia para tratar las distintas variedades de la agonía física prolongada; recientemente fue publicado en el Diario Oficial de la Federación, el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Control Sanitario para la Producción, Investigación y Uso Medicinal de la Cannabis y sus Derivados Farmacológicos cuyo objeto es la regulación, control, fomento y vigilancia sanitaria de materia prima, derivados farmacológicos y medicamentos de la Cannabis, con fines de producción, investigación, fabricación y médicos.
En este sentido, la Dra. Quiñónez expresa que ha trabajado algunos compuestos sintéticos que están caracterizados por compuestos de tipo cannabinoide y que proveen de alivio terapéutico para el dolor neuropático, “lo que tenemos nos ayuda a caracterizar moléculas con potencial terapéutico que en algún momento podrían ser utilizadas a nivel clínico (…) hacer los ensayos a nivel pre-clínico, luego clínico para poder estar seguros de que estas moléculas con potencial terapéutico para el alivio del dolor puedan ser seguras para los seres humanos”, explica la Dra. Geovanna.
La ciencia es un área que requiere un proceso, si bien, las diferentes afecciones en torno al dolor crónico son, según la Dra. Quiñónez, en algunos casos poco comprendidas “todas ellas son objeto de estudio, pero más que estudio forman parte de ese motor que nos impulsa para seguir para seguir investigando día a día opciones terapéuticas para el alivio de este padecimiento”.
En aras de compartir el conocimiento adquirido, la investigadora confirma su posición a favor de la organización y enseñanza de la ciencia, pero añade que la perspectiva debe ser multidisciplinar, “es decir, también se debe explicar un tema con expertos en el área ya sea de la medicina, de la política, de la sociología”, puntualiza.
Dignificar al cuerpo enfermo implica romper las perspectivas del cuerpo normado y poner al cuerpo como centro. Hablar del dolor crónico con sus consecuencias discapacitantes debe hacerse y más aún, desde la mirada crítica que no implique la productividad sino la terminalidad, porque a fin de cuenta, todos somos terminales.
Daniela Flores ( Divulgación y difusión PIT-UAS)