Jane Goodall transformó la etología desde sus primeros pasos en el Parque Nacional Gombe ubicado en occidente de la región de Kigoma en Tanzania en los años 60, cuando comenzó a observar chimpancés con un enfoque cercano, relacional e intuitivo; fue allí donde documentó que estos animales podían usar herramientas, rompiendo con la visión de que esa capacidad era exclusiva del ser humano y que tenían individualidades, vínculos sociales complejos y emociones. Estas aportaciones contribuyeron a redefinir la frontera entre humanos y otros primates, y transformaron las bases empíricas del estudio del comportamiento animal.
La científica Goodall se inserta en una época en que la ciencia etológica estaba dominada por enfoques rígidos, positivistas y muchas veces masculinos. Ella oscilaba entre el trabajo de campo prolongado y la narración sensible, e implicaba una confianza en la observación directa más íntima. En lugar de mantener una distancia estricta entre observador y observado, Jane optó por una inmersión disciplinada en el mundo chimpancé. Esa manera de hacer ciencia generó resistencias, algunos la criticaban por “subjetiva” o “emocional”, pero abrió el camino para repensar no solo qué se considera “valioso” en la ciencia, sino quién puede producirlo.
Y además, resulta significativo que Goodall accediera al mundo académico sin un título formal universitario, apoyada por el paleoantropólogo Louis Leakey, quien creyó en su curiosidad, sensibilidad y “mente despejada de prejuicios”. Esa oportunidad fue un gesto de confianza en una época en que las mujeres científicas eran relegadas a roles secundarios. A lo largo de su carrera, Goodall legitimó enfoques cualitativos, la paciencia, la empatía y el cuidado como modos válidos de conocimiento, contribuyendo así no solo al saber sobre primates, sino también al fortalecimiento de teorías feminizadas dentro del mundo científico.
En 1977 fundó el Jane Goodall Institute y promovió el programa educativo Roots & Shoots, expandiendo su influencia de la investigación académica hacia la conservación, la educación juvenil y la acción social. A través de estos proyectos, conectó el conocimiento científico con una ética ambiental y una visión de justicia ecológica. Su obra evolucionó desde describir comportamientos en chimpancés hasta promover un llamado global a la responsabilidad humana frente al planeta.
Jane Goodall falleció el 1 de octubre de 2025 a los 91 años, a causa de causas naturales, mientras se encontraba en Estados Unidos dando una gira de conferencias. Su legado permanecerá vivo no solo en las generaciones de primatólogas y primatólogos que siguieron su ejemplo, sino también en la insistencia de que la ciencia puede conjugar rigor, sensibilidad y compromiso ético. En su figura se entrelazan la valentía de mirar más allá de los cánones establecidos, la potencia del conocimiento desde la cercanía, y el pulso de una ciencia que abraza la equidad de género en su propia práctica.
Emilia Beltrán, área de comunicación y difusión PCT_UAS